lunes, 28 de noviembre de 2011

Mala suerte.

Pasar debajo de una escalera, ver un gato negro, romper un espejo, que se te caiga sal, brindar con agua… Sí, toda esta serie de cosas y las que no he añadido, porque hay muchas y no me las sé todas, supuestamente dan mala suerte.

Recuerdo aquellos días de instituto donde cuando me salía muy bien un examen alguna vez imaginé que era por mi ropa interior o mis calcetines y me ponía el mismo atuendo cuando tenía examen y no sabía ni por dónde me pegaba el aire. Conclusión: si llegaba al 5 podía darme con un canto en los dientes.

La cuestión es… ¿de qué nos sirve pensar todo el día en las supersticiones y huir de escaleras, gatos, sal, espejos…? Pérdida de tiempo, lo llamo yo. Que yo también peco, no iba a ser para menos, pero a mí lo que me va más es eso de tocar madera, no pregunten.

Todos tenemos días buenos y días malos, lo mismo que rachas, pero joder a veces una se cuestiona si no le han echado un mal de ojo o le ha mirado un tuerto porque otra cosa no, pero motivos no faltan.

Y digo yo, ¿si no me hace caso ha sido también la mala suerte?, ¿si la alarma no suena, mala suerte?, ¿si quiero besarte y no te enteras, mala suerte?, ¿si pierdo el metro, mala suerte?, ¿si me bloqueo, mala suerte?, ¿si tengo mala suerte, mala suerte?

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