sábado, 8 de noviembre de 2008

El diario

Tienes 12 años, has empezado una nueva etapa en tu vida: el instituto. Te sigue gustando el mismo chico que hace 2 años, tú eres la persona tímida que siempre has sido, pero ahora has crecido un poquito más. No sabes nada de la vida, crees que tu día a día es un infierno... cosas de la adolescencia. Encuentras una pequeña libreta, sacas de la manga un bolígrafo de tinta azul o negra y comienzas a escribir algunas líneas procurando hacer una bonita letra (resultando ser de todo menos bonita). No a dirario, pero intentando hacerlo con frecuencia, vas trazando letras sobre el papel como si de un diario/recordatorio se tratase. Pero no va a ser para siempre, llega un momento en que dejas de escribir para siempre: sí, cuando las malas noticias vienen dejas de hacerlo.

Han pasado algunos años, has crecido y has recordado el lugar en el que pusiste aquella pequeña libreta. Es hora de leerla. Ves que decías que te gustaba un chico, que jamás podrás olvidarlo, que su sonrisa es espectacular... ¡pero si sólo tenía 12 años! Sigues leyendo, es San Valentín, decides no tener novio hasta que no tengas 15 ó 16 años, ya has superado esa edad y sigues sin novio, pero eres feliz porque eres un ser libre. Llegas a la terrible edad de los 13 años, en plena edad del pavo; te gusta el vocalista de un grupo popero para niñas de 13 años, escribes que no puedes dejar de pensar en él, que te ha enamorado, que es una gran persona, que has podido hablar con él porque has conseguido cómo localizarlo, que jamás lo olvidarás... Lo olvidaste porque pasó algún mes y te enamoraste de otro chico, pero algo cambió... ya no te enamoraste por si era o no era guapo, te enamoraste porque ese chico era una persona espectacular, porque podía decirte mil cosas con tan sólo una palabra, porque lo conocías de toda la vida... era el chico de tus sueños. Luego vienen las desgracias y no queda nada más escrito...

Algún año después has seguido enamorada del último chico, pero a día de hoy puedo decir que ya no, que todo ha cambiado y yo he crecido. Pasé esa horrible edad del pavo, he crecido como persona, tengo unos valores propios y unos principios creados por mí. He sabido madurar y ser feliz. Soy un alma con libertad que vuela libremente por el cielo cada vez que cierra los ojos.
Se acabó. Aquella etapa ya fue. He crecido, soy otra persona. No me cambió el corazón, sigo siendo igual de enamoradiza...

También escribo en otra libreta, pero sólo cuando necesito liberarme alguna que otra noche. Son cosas que sólo yo comprendo, nadie más puede entender las mil ideas que escribo en una hoja pequeña.

Soy yo, me formé como persona.

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